La localidad de Bueña, encajada en una rambla que comunica
directamente el campo de Visiedo con el valle del Jiloca, se convirtió en un
objetivo estratégico de primer orden. Protegida por los sublevados mediante una
poderosa línea de trincheras, los republicanos lanzaron sucesivos ataques a lo
largo del año 1937 para intentar su conquista, paso previo para llegar al valle
del Jiloca y cortar las comunicaciones con la ciudad de Teruel.
Las trincheras de Bueña, ubicadas en los puntos más altos
del municipio, enlazaban de forma natural con las fortificaciones de Rubielos
de la Cérida y Torrelacárcel. La defensa de esta línea corría a cargo de
algunos voluntarios falangistas del valle del Jiloca (13ª bandera falangista),
requetés zaragozanos (Requeté Aragón, tercio del Pilar), una compañía
expedicionaria de la Guardia Civil (La Calavera) y numerosos soldados de
reemplazo llegados desde Zaragoza (Regimiento de Infantería Gerona nº 18 y
batallones de reserva nº 111 y 107).
El primer ataque importante se produjo entre el 21 y 28 de
agosto de 1937, coincidiendo, a modo de distracción, con la ofensiva republicana
hacia Zaragoza por Zuera y Belchite. Las tropas republicanas atacaron Bueña y
Aguatón, provocando una cuarentena de heridos entre los defensores. Viendo la
feroz resistencia de los sublevados, la lucha se desplazó hacia el sur,
abriéndose nuevos frentes entre el 29 de agosto y el 5 de septiembre en las
estribaciones de sierra Palomera, entre las localidades de Santa Eulalia del
Campo y Villarquemado. Los republicanos
llegaron a ocupar el cerro de santa Bárbara de Villarquemado, pero fueron
obligados a retroceder rápidamente.
Entre los días 6 y 15 de septiembre de 1937 se recrudecen
nuevamente los ataques a las trincheras de Bueña. Tropas republicanas
procedentes de Aguatón atacan las posiciones del Cabezo y la Sarteneja. Los
testimonios coetáneos destacaron el papel desempeñado por la Compañía de la
Guardia Civil “La Calavera” en la defensa de la Sarteneja, pero las fuentes
documentales nos informan de que los más del centenar de heridos que llegan
esos días a los hospitales de Monreal del Campo y Calamocha eran soldados de
reemplazo destinados en el Cabezo, una posición mucho más castigada durante el
ataque.
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